lunes, 18 de febrero de 2013

Justicia


La Argentina tuvo su comienzo de independencia no menos fatídico que otros países. Francia, por ejemplo, debió exterminar a la monarquía y pasar por el imperio napoleónico para poder gozar de una  democracia. Estados Unidos, por su parte, indirectamente para triunfar, necesitó el ataque de Francia y España sobre territorio Británico para  que el imperio desistiera de las tierras en América.
La Argentina  al verse acosada por ataques anglo franceses, toma la decisión de declararse libre y para poder ser un país independiente tuvo que luchar contra el comercio ilegal y los ideales monárquicos. La pregunta es, dejando de lado aspectos económicos: ¿qué hizo que Francia, Estados Unidos y hasta la misma Inglaterra hoy sean países mejor posesionados a nivel mundial con respecto a la Argentina? 

Ante la consulta antes mencionada muchos han respondido que el patriotismo y la ideología hicieron la diferencia, algunos esbozaron que las guerras civiles, y la mayoría respondió que la corrupción política. El cuerpo político es el más castigado y el que menos adeptos conquista por las grandes manchas o sospechas de actos corruptos que lo envuelve, desde el alto rango hasta las huestes más humildes de la sociedad argentina. Entonces podríamos tener la solución:  la corrupción política es la culpable de todos los males en el territorio de la república, quedando exentos de responsabilidad  todos los ciudadanos que son pobres ovejas guiadas al matadero por el lobo disfrazado de pastor, o pobres ovejas que no saben del engaño sistemático…

Volviendo al análisis, el patriotismo, la corrupción y hasta la mismísima vagancia podrian ser nuestros peores males. Sin embargo, después de mucho indagar he descubierto que el mayor mal de la Argentina es la justicia. Una justicia en la cual ninguno de los poderes es individual, la que en su propio seno está lleno de dudas sobre actos corruptos, donde los poderes sacan y corren magistrados según conveniencia, donde los mismos magistrados son ciegos sordos y mudos sobre falencias, mala praxis y lentitud burocrática de sus semejantes y sobre todo son coautores permisivos de hechos de corrupción.



Mencionaré un hecho donde queda expuesto el manejo de la justicia, siendo de conocimiento público y quedando detrás de las sombras del olvido. Es el  caso  Cosidoy en la ciudad de Rosario provincia de Santa Fe. Un tribunal de la ciudad rechazó una demanda por daños y perjuicios a la jueza federal Laura Ines Cosidoy. La demanda se originó cuando un ex jefe del departamento de drogas peligrosas fue acusado por el magistrado de ir personalmente a boliches para retirar coimas, lo que produjo que pasara a disponibilidad.  El comisario inspector Aldo Alberto Monzón  fue sobreseído luego de una investigación ya que nunca se pudo demostrar que la acusación de la jueza fuera cierta, a pesar de esto el ex oficial tuvo no sólo que soportar los costes judiciales sino también el daño moral. Actualmente los jueces Mónica Klebcar, Horacio Allende Rubino y Pedro Boasso rechazaron la demanda declarando que la magistrado apunto al flagelo y la posible corrupción que genera las drogas en el ámbito policial negando la acusación puntual.

Lo cierto es que si un juez acusa falsamente y es protegido por sus pares, el ámbito legal no queda en una posición muy transparente, y mientras los magistrados no paguen impuestos a las ganancias ningún juez podrá juzgar a nadie por no abonar dicho gravamen; mientras los mismos magistrados se sienten con el derecho de no tener topes en las jubilaciones, ningún juez tendrá derecho a juzgar la honestidad de ningún ciudadano. En otras palabras, mientras  haya leyes creadas por los magistrados que los exoneran de obligaciones legales, morales e impositivas se podrá poner en duda cualquier criterio legal, ético, lógico, de sentido común y sobre todo moral de los defensores de la ley y la justicia.

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