Un buen día decidí registrarme en las redes sociales, quizá por imitación o simplemente por no estar al margen de las herramientas de comunicación y expresión. Mi gran sorpresa fue que más que expresarme era un mecanismo de exposición, la base de la palabra era la misma, y los cinco minutos de fama podían ser horas eternas.
A medida que pasaba el tiempo notaba con asombro como mis nuevos contactos acumulaban contactos, y a demás como exhibían sus vidas dejando de ser privadas para ser públicas. Surgía una gran falla en la seguridad personal, además se potenciaba por la falta de legislación y protecciones juridicas, el paso siguiente fue borrarme, y tratar que todos los documentos desaparecieran sin éxito de la nube.
Pasaron meses, y la verdad que no extrañaba para nada a las redes, es más, ni me acordaba de ellas, pero tenía un pequeño inconveniente. Poseo un familiar trabajando de trotamundos, es decir, su trabajo es recorre el mundo, muy duro por cierto, (Alaska, el Caribe, Mediterráneo, Asia, Europa, los Yomos en las torres Petronas). Las redes ofrecen una forma de contacto más abierta aunque menos personal, pero me daban la posibilidad de saber en qué parte del mundo estaba perdida o sufriendo mientras se tomaba un daikiri en las islas Polinesias.
Como verán ya estaba sucumbiendo nueva mente a las redes, pero con un solo objetivo, exponerme lo menos posible, mirando, sí como un voyerista, y ver qué pasaba en la autopista de las redes sociales, y el comportamiento de los socialistas, no del partido político obviamente. Empecé cada vez más a notar con asombro como algunos conocidos tenían más amigos que Roberto Carlos, menos mal que jamás se juntarían en su casa para tomarse una cervecita.
Para no ser tan amargo, comencé a participar, subí notas u opiniones de temas importantes, por lo menos para mí, también organicé una encuesta superficial y pedí opiniones, pero nada sucedió, a tal punto, que molesto pregunté en el muro si la encuesta era difícil o si todos eran unos amargos, esperaba un aluvión de reproches y puteadas. Evidentemente nadie comprendió el mensaje o simplemente se mantuvieron al margen, a un sicoterapeuta le pregunté que era peor, la ignorancia o la indiferencia, me respondió, no sé y ni me interesa.
Gracias Nik |
A partir de entonces me di cuenta que en realidad a la gente, aunque sean allegados, no les interesa interactuar con uno, simplemente exponerse y exponer, contar la pavada o la gran aventura de sus vidas, con esa información el tercero lo juzga, muy poco interés en lo transcendental, o mejor dicho simplemente y más importante la interrelación. Lo peor y lo más patético es que no sólo el dueño del foro no te responde, sino que se suma a opinar y o criticar un desubicado/a amigo/a de tu conocido/a, que ni sabe quien sos, no tiene la más pálida idea que relación te une o unía con el contacto, y mucho menos la calidad de la relación, tampoco se va a imaginar si tu comentario tiene un tono sarcástico o con doble sentido, que sólo tu conocido puede comprender.
En otras palabras los cinco minutos de fama u horas eternas, te podrían catapultar a la fama más ferviente o hundirte en la idiotez más patética, únicamente por el hecho de tratar de figurar como sea y donde sea.
Hasta qué punto las redes nos unen o sirven de ventanal donde nuestro fetiche exhibicionista nos permite gozar y donde nadie nos conceptúa por el hecho, pero si por frivolidad.
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